sábado, 26 de febrero de 2011

CAPITULO 10

DEMASIADO LEJOS

Camino de Aranjuez, Raúl recordaba la noche en la que presentó a Jesús y Juan.
Una leve sonrisa se advertía en su rostro viendo en el interior de su mente esas escenas.
El paisaje era precioso, todo lo que había a los lados de la carretera era muy diferente al Madrid que estaba acostumbrado a ver.
Al entrar en Aranjuez, pronto divisó los Jardines del Príncipe, muy conocidos en toda España por su majestuosidad.
Al compartir piso con Daniel, sabía el nombre de la calle donde vivían sus padres, pero desconocía el número de la casa. Entró con el coche en la calle de la Florida, paralela a la Antigua Carretera de Andalucía, hasta llegar a su destino, la calle del Gobernador.
Redujo bastante la marcha para intentar averiguar cual era el chalet de los padres de Dani, aunque su búsqueda no fue larga, ya que, desde el interior del muro de uno de los chalets de la calle, estaba apoyado Daniel, serio, despeinado y con barba de varios días.
Al detener el coche, un Opel Astra azul metalizado, Daniel levantó la mirada abriendo los ojos de par en par al contemplar el rostro de su amigo.
Raúl aparcó justo delante del chalet, se bajó del vehículo y se aproximó a Daniel.
Durante 30 segundos, ninguno de los 2 pronunció palabra alguna. Se escuchaba al fondo el ladrido de un perro y el arrullo de varias palomas que estaban a pocos metros de allí.
El silenció lo rompió Raúl al decir:

“…Yo te creo…”

Daniel sentía ganas de llorar, la emoción que le había producido esa frase le desbordaba. No le hacía falta escuchar más, al menos uno de sus amigos, creía en él.
En ese momento pensó que no era buena idea dejar pasar a Raúl, así que le dijo a su amigo que esperara en la esquina para intentar reunirse con él.

Una vez en el interior del chalet, Daniel empezó a disimular pasando delante de sus padres y de Mansilla, el cual refunfuñó como un perro cuando gruñe a un extraño.
Desde el umbral de la puerta, Dani intentaba percibir una distracción general de sus progenitores y del antipático abogado familiar para abrir sigilosamente la puerta de la calle y salir para reunirse con Raúl.
La operación duró 10 minutos, pero logró salir sin que sus padres se dieran cuenta.

Raúl le esperaba en la esquina de la calle del Gobernador con la calle de Stuart, impaciente y con el corazón acelerado.
Los 2 comenzaron a andar de nuevo hacia el coche de Raúl sin hablarse. Rápidamente subieron y partieron rumbo a Madrid capital para poder hablar tranquilamente.
Dentro del coche, mientras subían por la Carretera de Colmenar de Oreja, hacia la Autovía del Este de la Carretera de Valencia, Daniel le preguntaba a su amigo por los hechos, por la reacciones de los chicos y sobre todo por el estado de Juan.
Raúl contestaba a todo cuanto preguntaba Daniel, pero no podía evitar sentir miedo por si le involucraban a él en el tema del secuestro al haber estado con el principal acusado.
……

La reunión en la casa de Milagros había finalizado al poco de irse Raúl, ya que la armonía y poca tranquilidad se habían esfumado. Jesús era el único que estaba en la casa, junto a Juan.
Decidieron encender la televisión para ver si veían algo interesante, pero Milagros optó por alquilar una película de vídeo y verla los 3 solos, tranquilos y sin agobios.
Así que la pareja bajó a la calle con el carné del videoclub la madre para buscar una buena película que les hiciera reír durante un par de horas.

……


Daniel estaba muy desmejorado. Raúl no hacía más que mirarle de reojo para ver su estado de dejadez y abandono. Daniel normalmente vestía de una manera muy discreta, siempre de gris o negro, pero conjuntado y elegante. En ese momento llevaba un chándal morado y azul que le quedaba enorme y deportivas que en su día fueron blancas con algún que otro roto.
Estaba despeinado y la barba de varios días poblaba su apagada cara. Ante esa imagen, Raúl en su cabeza reconocía que no le quedaba mal y que le daba cierto morbo.

A punto de incorporarse a la Autovía del Este, un coche apareció justo detrás de ellos colocándose paralelamente a Raúl. Éste no podía ver quien conducía, ya que llevaba un pasamontañas y gafas de sol.
Daniel se moría de miedo en ese momento y Raúl trataba de controlar el coche como podía.
Eran más de las 22:00 horas y la luz del día aún aguantaba, ya que era verano, pero el cielo estaba completamente rojo por el inminente atardecer.
El coche rojo que los estaba intentando echar de la carretera era mucho más potente que el Opel Astra de Raúl.
Ningún coche circulaba por la zona excepto ellos, con lo cual, la opción de pedir ayuda se esfumaba en la cabeza de ambos.
Un brusco volantazo hacia la derecha sacó a Raúl de la carretera, haciendo que se metieran en un terreno de cultivo a gran velocidad.
Raúl había perdido el control del coche y Daniel se tapaba la cara presa del pánico.
Un último derrape, seguido del vuelco del coche paró la angustiosa agonía de ambos amigos, dejando un estremecedor silencio roto solamente por el sonido de los cercanos grillos.

……

Milagros preparaba palomitas de maíz en su casa, mientras hacía unos sándwiches de jamón y queso en la sartén.
Por fin tenía la mente distraída y tranquila, después de varias semanas aterrada.
El timbre de la calle sonó y la mujer acudió a abrir.
“Abre Milagros, soy Jesús, que Juan no se bajó las llaves”.
Milagros, extrañada por la rapidez que habían tenido en alquilar la película abrió la puerta del portal y salió al recibidor a esperarles. Pensaba en lo rara que había sonado la voz de Jesús por el telefonillo de la calle, aunque a veces era normal, ya que distorsionaba mucho las voces.
Nadie subía, ya habían pasado 2 minutos y ella vivía en un primero. Decidió mirar por la mirilla. Nadie.
Extrañada abrió la puerta de su casa para asomarse al descansillo de la escalera, pero no se veía a nadie. Todo estaba en silencio. Pensó que se les había olvidado algo en el videoclub y que habían regresado a por ello, a si que sacó su móvil del pantalón y decidió llamar a su hijo para ver si todo iba bien.
En el momento que se acercaba el teléfono a la oreja, una mano negra apestando a cloroformo se abalanzó contra ella haciéndola entrar en casa de golpe.

……

El coche rojo seguía parado en el arcén de la carretera, sin luces, pero con el motor encendido.
La persona que lo conducía se bajó del mismo y avanzó a través del campo para ver el estado en el que estaban los ocupantes de aquel Opel Astra.
Al llegar a la altura del vehículo sacó una gran piedra del bolsillo y la estampó contra una de las lunas que quedaba sin romper. Atado a la piedra, un sobre blanco atado con cinta aislante traía una nueva nota.

En el interior del coche, Raúl, atado al cinturón de seguridad y con el airbag fuera, trataba de zafarse como podía de sus ataduras. Al estar algo gordo, le resultaba muy complicado salir de allí. En cambio Daniel, más ágil que su amigo, salió del coche sin problema.
Una vez fuera del coche comprobaron que no se apreciaban demasiados daños, aunque, al estar volcado, no se veían bien los desperfectos del lado izquierdo, ya que era el que estaba en el suelo.
Daniel no hacía más que gritar y maldecir su mala suerte, en cambio Raúl miraba a la carretera como en un intento de divisar el coche rojo que les había echado de la carretera. Esto había llegado demasiado lejos.

……

Jesús había convencido a Juan para alquilar una película de animación que ya habían visto, pero que le apetecía volver a ver para distraerse con sus tonterías.
Juan pensaba que esa película no le gustaría a su madre, pero por 1 día haría una excepción.
Entraron en la urbanización donde vivía con sus padres entre risas y gestos de complicidad. Usaron el ascensor, aunque fuera solo para un primer piso, con la excusa de besarse sin tener que estar mirando alrededor.

Juan saca la llave de su casa y los dos pasan dejando la película encima de la mesa del salón.
Las palomitas sonaban dentro del microondas, al igual que apreciaban el olor de los sándwiches calientes. Juan entró en la cocina para decirle a su madre la película que habían alquilado, pero allí no estaba. Fue de nuevo al salón, cogió del brazo a Jesús y le dijo que su madre no estaba.
Éste para calmarle, le dijo que se habría ido a comprar cualquier cosa de urgencia a la tienda de los chinos de la esquina, pero algo de decía a Juan que no era así, que allí había pasado algo.
Corrió a la habitación de sus padres y al encender la luz emitió un grito ensordecedor que hizo levantase a Jesús del sofá.

……

El móvil de Daniel sonaba mientras Raúl llamaba a un servicio de asistencia en carretera. Eran sus padres:

“¿Dónde te has metido Daniel?, se supone que no tienes que salir de casa para absolutamente nada, ¿me oyes?, ¡¡PARA NADA!! Vuelve inmediatamente a casa que no están las cosas para que te vean por ahí los vecinos, además Don Antonio Mansilla quiere hacerte unas preguntas”.

Daniel aguantándose las lágrimas tragó saliva y contestó a su madre:

“Creo que no voy a volver, es más, no puedo volver. Te llamaré mamá, te lo aseguro, pero esto tengo que solucionarlo yo solo”.

Al otro lado de la línea, la madre de Daniel se giró con la boca abierta hacia su marido y le contó lo que le había dicho su hijo.
En ese momento, Mansilla interviene con uno de sus gestos más severos:

“Señores, me parece que aquí acaba mi papel, sin el chico no está en casa, se esfuman las posibilidades de ganar. Avísenme cuando regrese, si es que lo hace…”.

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